Al Infinito

Aquí estoy, esperando, al borde del abismo entre mis rutinas y mis sueños. Las imágenes pasan por mi mente tan rápido que no alcanzo a ver mas que manchas de colores. Como los recuerdos que se han diluido inmersos en volátil alcohol.

Lo siento todo a mi espalda, todos ellos y ellas. Sobre mi pecho cuelga un escudo de papel que me hace creer invencible. En el estoma tengo las ansias que me como por las noches pensando en la otra orilla, imaginando y planeando. Mi corazón palpita a la frecuencia del flujo vehicular, tan lento; en exclusiva para el sistema nervioso que me ruega a gritos que respire.

Ya estoy listo y en mis marcas. Piernas juntas, columna erguida. Tengo mis brazos abiertos y fríos, y mis manos hacen arco solo por si tengo que aferrarme al aire. Mis alas están tan livianas como los números, idóneas para la acrobacia.

En contados minutos, horas, días, dejaré por fin que el viento me eleve y volaré lejos, solo para darme cuenta si la distancia me hará libre.

¿Que tal tu finde?

Que difícil se puede volver un domingo cuando de tanto correr ya estas exhausto. Te queda tanto aun por hacer que todo lo que has hecho hasta ahora parece insignificante. Días, semanas, a veces meses de duro y constante trabajo. El tiempo se ríe de ti a carcajadas otra vez. Pasan las horas y la ansiedad comienza a apoderase de ti; estas sentado esperando el lanzamiento hacia una noche demasiado larga para tu gusto. No hay dudas de que hará falta café hecho, así que empiezas a tazarlo para que dure todo el viaje.
¿Que haces? Pregunta algún incauto interesado o curioso, y tu capacidad de síntesis se potencia para arrojar dos palabras que resumen todo lo que has hecho sin dar pie a mas preguntas ¿Para qué más? Te desgastarías explicando el proceso y los detalles, sin mencionar las veces que sean necesarias para que te entiendan.
Sigues trabajando y, por intervalos, caes en una especie de trance en el cual pierdes la noción de ti mismo y de tu entorno, se te olvida parpadear y apenas seria notable que respiras. Se despierta una cruda sensación de soledad en el silencio de la noche, como si fueras el último hombre, el único sobreviviente de ese segundo impacto.
Comienza a salir el sol y empiezas a revisar lo que has hecho mientras la ciudad despierta. No lo crees, pero has adelantado considerablemente y concluyes, sin algún entusiasmo, que estas hecho para trabajar bajo presión, y no puedes evitar arrojar un suspiro en presagio a tu futuro.
Ha llegado la hora, no puedes permanecer más tiempo fusionado con tu escritorio. Te das un tortuoso duchazo con agua importada del polo, porque (por supuesto) olvidaste encender el calentador. Te arreglas y sales de tu casa sin haber destendido tu cama, a la cual miras con una narcótica sonrisa en la boca, para luego irte pensando que acabaras antes de la hora de entrega esa mañana del lunes.

Que pregunta

Después del tiempo lo más difícil para él fue mirar atrás y preguntarse: ¿En qué momento te convertiste en ese ser del cual no quiere saber nada, que se archivo en la carpeta del olvido, y que pareciese que algo dentro de su vientre se retorciera en reacción alérgica a tu palabra, a tu existencia?

Sentir que dejar de existir puede ser mas cómodo para alguien que te importa es extraño… Hace que al mirarte en el espejo juegues a no verte e imagines. No sería necesario morir, suficiente seria con desaparecer. Te quedas allí, estático, parado sobre la duda que traes pegada a los pies. Tienes prohibida la pregunta “porque” y sin embargo te enfrentas a ti mismo tratando de encontrar la proyección que hay de ti en la mente de esa persona, otro tu, para hablarle y de alguna manera llegar a entenderlo. Pero es inútil, jamás lo encuentras porque siempre llegas tarde, se te olvida que te quieren olvidar.