Que pregunta

Después del tiempo lo más difícil para él fue mirar atrás y preguntarse: ¿En qué momento te convertiste en ese ser del cual no quiere saber nada, que se archivo en la carpeta del olvido, y que pareciese que algo dentro de su vientre se retorciera en reacción alérgica a tu palabra, a tu existencia?

Sentir que dejar de existir puede ser mas cómodo para alguien que te importa es extraño… Hace que al mirarte en el espejo juegues a no verte e imagines. No sería necesario morir, suficiente seria con desaparecer. Te quedas allí, estático, parado sobre la duda que traes pegada a los pies. Tienes prohibida la pregunta “porque” y sin embargo te enfrentas a ti mismo tratando de encontrar la proyección que hay de ti en la mente de esa persona, otro tu, para hablarle y de alguna manera llegar a entenderlo. Pero es inútil, jamás lo encuentras porque siempre llegas tarde, se te olvida que te quieren olvidar.

Sueño, pienso, existo.

Caí, meditando recostado contra afiladas y confusas letras, en un sueño profundo donde me vi flotando inmerso en un limbo encontrado, donde se debatían argumentos y razones que no tenían correlación alguna. Un camino helicoidal sin comienzo ni fin de ingratas ideas etéreas que se perdían en la nada, porque nada eran, solo ideas. En aquel nudo el tiempo no corría ni se detenía, supe que este era libre, que no existía. Sin embargo no me sentí ajeno, me di cuenta que entramos y salimos de él sin percatarnos, sin pensarlo, sin apreciarlo, al no ser capaces de recordarlo. Infinito, absoluto, indefinible.
El todo y la nada fueron demasiado, y entonces, desperté con los ojos enfocando un papel mientras escribía esto, y pensé; se sintió bien.

Se nos acabo el chiste

Yacíamos ahí, de pronto, sin nada en nuestras mentes, a la expectativa reflexiva de alguna voz que sabíamos no iba a surgir. No nos miramos, era más interesante y menos incomodo mirar a lo lejos con los ojos perdidos buscando un recuerdo, prolongando el tiempo. Sabíamos que se acercaba el momento de descruzar las piernas, enderezar la espalda, abrir una sonrisa y expresar una palabra repetida pero reconfortante que diera pie al desenlace de la fraternal reunión, para luego volver cada uno por donde llegó.